¡Hola! ¿Hay alguien ahí?
¿Como estás? Demasiado tiempo sin pasarme por aquí para preguntártelo…
Si me sigues en redes sociales, sabrás que he pasado el mes de febrero en Nueva Zelanda visitando a la familia de mi marido con mi pequeña tropa. Desde allí publiqué alguna foto en Instagram contándote algunas de las cosas que hacia.
Rara es la ocasión en que mi marido deja de trabajar aun cuando nos vamos de vacaciones. Estoy segura de que a él le encantaría pero a veces no es tan sencillo y así ha sido las veces que hemos ido a ver a su familia o nos vamos de viaje a algún otro sitio. Por suerte, esta vez no ha sido el caso y tal vez por eso mi desconexión bloguera ha sido algo más larga de lo previsto. Esta vez hemos conseguido disfrutar de unas vacaciones de verdad y familiares 100%.
Como sabrás, en Nueva Zelanda en enero es verano, así que hemos pasado mucho tiempo al aire libre, en playas prácticamente vacías, haciendo deporte, comiendo fruta riquísima y poniéndonos las botas a ensaladas y carne asada en la Barbacoa. Xabi y June están convencidos de que si nos mudáramos allí, la vida sería siempre así … (jeje).
Estando allí, nos alojamos en casa de los abuelos que viven en una zona preciosa a una hora al norte de Auckland (la ciudad mas grande aunque no la capital) así que no todo han sido playas y naturaleza. Auckland es una de las grandes ciudades más bonitas que he visto. También llamada La Ciudad de los Veleros (City of Sails), las vistas desde el Harbour Bridge, puente de paso obligado y de acceso al centro de la ciudad, son espectaculares y te obligan a pegar la nariz contra el cristal del coche. Desde ahí puedes ver una mezcla ordenada de rascacielos, barcos, agua, islas, volcanes… Auckland es también una ciudad multicultural a más no poder y para mí, amante confesa de la cocina internacional, un auténtico paraíso. Todo lo «gourmet» está de moda en Nueva Zelanda en general y en Auckland en particular, donde se mezclan los garitos más posh, los restaurantes asiáticos, los food halls o los cafés donde poder disfrutar de una ensalada de quinoa, de un smoothie verde o de un pie como Dios manda. Un lugar para no aburrirse probando cosas nuevas y perfecto para buscar y encontrar inspiración bloguera.
Y así ha sido, a pesar de las pocas señales de vida que he dado, mi cabecita ha seguido muy activa. El tiempo que he pasado allí y el descanso que me he tomado en el blog al regresar, me han servido para inspirarme, leer muchos blogs, probar nuevos artilugios de cocina, hacer un curso de edición fotográfica, enamorarme de algunos nuevos ingredientes, comer sano y hacer mucho deporte. Así que ya sabes, si me acompañas, iré enseñándote algunas de esas cosas en este nuevo curso bloguero, solo tengo que ponerme las pilas y fotografiar las recetas que he ido probando durante este paréntesis (¡ya me vale!).
Por lo demás, comenzamos despacito… Hoy sin receta pero con unas cuantas fotos del tiempo que hemos pasado allí y la semana que viene seguimos un poco más en serio.
Hasta entonces, que tengas una buena semana.
Que fotos más bonitas. Yo voy a Nueva Zelanda de luna de miel y leyendo estos posts me apetece todavía más que llegue ya el día! Saludos!
Os va a encantar seguro, es precioso. Cuando os vais? Pasadlo estupendamente! Besos
Qué fotos más bonitas y qué lugares más preciosos…. envidia sana… qué va!… envidia cochina es la que nos das!! jaajajaja
besos y bienvenida
Jajaja… Gracias guapa! Deseando poner esto en marcha de nuevo. Un abrazo!
Qué envidia! las fotos son preciosas y se nota que has cargado las pilas, en estas lineas se repira a partes iguales bienestar y espectación, muy interesante. Contenta que hayas vuelto, se te echaba en falta!
Muchas gracias Blanca! Que bien que me recibas así! Besos!